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26 noviembre 2007

Bayaguana atrae turistas desean conocer costumbres campesinas

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SIERRA DE AGUA, Bayaguana.-

Las casas de campo, en forma de triángulo, con sus tablas pintadas de colores pasteles son un atractivo turístico recién descubierto. El paisaje completado con árboles, maleza verde y una carretera enlodada hacen un ambiente irresistible para Lorenza, una turista francesa.


Ella, como muchos otros, ha preferido dejar la playa y el sol para observar lo folclórico de la vida rural dominicana.
En Sierra de Agua hay unos seis ranchos que reciben en promedio unos 200 turistas por día, llevados por guías desde los hoteles de la zona Este del país, como Punta Cana e Higüey.
Atravesando una carretera sin asfalto, casi siempre llena de lodo por las constantes lluvias de la zona, cercana a los haitises, los franceses y holandeses arriban felices a los ranchos.
En el negocio de Ramón Lugo le dan un tour por las antiguas raíces de la vida dominicana. Para empezar un buen sancocho, les habla de las delicias culinarias del país y de los resultados de las mezclas raciales.
El pollo y los víveres, se ligan junto a las carnes de res y de cerdo para mostrarles un suculento aspecto de la cultura.
Luego, don Florencio Lugo, un campesino del lugar les muestra cómo se hace el famoso tabaco criollo a mano y sus distintas categorías. Los franceses, con las caras felices, intentan fabricarlos, lo huelen y algunos también los fuman.
Su adrenalina continúa aumentando cuando dos aves guapas, se pelean a picotazos, mostrando con hidalguía sus crestas. Los extranjeros descubren con ojos asombrados cómo se pelean los gallos.
Durante una exhibición, los dos animales se cruzaron entre las piernas de una turista que asustada huyó de aquel combate mortal, mientras reía a carcajadas.

El contacto

La afluencia de turistas no sólo sirve a los franceses para ampliar sus conocimientos culturales, también es útil para mover la pequeña economía de la comunidad.
Cuando llegan turistas a los hoteles se emplean de forma temporal pequeños grupos de mujeres. En el rancho de Lugo y su socio alemán Ruddy Norman se suelen contratar a seis, unas para la cocina y otras para la limpieza.
Mientras ellas ganan algunos pesos, Lorenza y sus compañeros turistas tuvieron la oportunidad de ver, cómo lucen antes de llegar al supermercado la miel de abeja, cacao y café.
Antes de esto, se dieron un baño de naturaleza en la finca de Lugo y su socio, por la que atraviesan varios ríos y se puede acceder al Gran Salto.
Entran allí a caballos, donde se encuentran con una inmensa vegetación de acacias y un suelo cubierto de hojas secas. Luego, deben bajar unos escalones de cemento, que cuando llueve se ensucian de lodo.
Narra Lugo que hace ocho años, cuando los dueños de las fincas todavía no habían asfaltado los escalones, llegaban en motores, llenándose los talones de lodo, pero ahora es algo más cómodo y seguro.
Aunque comodidad no es precisamente lo que buscan los franceses en estas aventuras tropicales. Explica el empresario turístico que hay que ver cómo se ríen cuando caen en un charco. Lo que menos importa a los turistas son los lodazales de la carretera, pero a él y a su socio, los tienen de vuelta y media. Por eso exigen al Gobierno que la termine para continuar impulsando su pequeña industria turística. Actualmente reciben unos 12 mil extranjeros al año.
Mientras tanto, los turistas continúan deleitándose con las casas campestres que les lleva a ver el guía Moisés Díaz, quien los traslada desde sus hoteles a Sierra de Agua, y conociendo los barracones de los bateyes de Guerra.
Allí, entran, según Díaz, para apreciar la diferencia entre los estilos de vida de los bateyes y los campos dominicanos.

Excursiones

Los turistas se contactan a través de las agencias de viaje y se les vende un servicio “todo incluido’’, que incluye las visitas a las comunidades rurales y a los ranchos durante un día.
Llegan en camiones acondicionados como guaguas en las que cargan entre 14 y 20 turistas. Cada día llegan a Sierra de Agua más de cinco de estos vehículos.
El costo de la excursión por persona es de entre 60 y 65 dólares, por todo el paquete, que incluye también la comida.
En ocasiones, para estas excursiones se utilizan guías haitianos, ya que son muy diestros en el dominio del francés, pero eso ocasiona celos entre los dominicanos, ya que, según dicen, muchos de estos no están acreditados por la Secretaría de Turismo.
Los ranchos también reciben la visita de excursionistas dominicanos, de universidades, escuelas y empresas. Algunos tienen algunas habitaciones disponibles, aunque no suelen promover visitas por más de un día.



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